La gente acostumbra a juzgar demasiado a los demás, no sé si se
trata de una cuestión de envidia, de falta de educación, de falta de empatía o,
tal vez, de egocentrismo, pero lo cierto es que todo el mundo tiende a decir lo
que piensa a raíz de la primera impresión. Por ejemplo, si ven a una chica
joven empujando un carrito con sus amigas en el centro comercial pueden pensar
cosas del tipo “las tías de hoy en día son muy abiertas de piernas”. Cada
persona tiene una vida, y cada persona tiene una historia propia, diferente al
resto, por eso no se debe juzgar antes de tiempo, ya que, en este caso, se
podría tratar de una madre joven, que tuviera más edad de la que aparenta, que
tuviera una pareja y un trabajo estable y decidiera tener un bebé. O, tal vez,
de una chica que ha sido violada y ha decidido optar por la vida de un ser
inocente que no tiene la culpa de haber llegado al mundo, fuera de la manera
que fuera. O, tal vez, de una madre soltera que ha decidido sacar a su bebé
adelante estudiando y trabajando. ¿Por qué hay que juzgar? La vida de cada uno
es privada y cada persona tiene el derecho total y absoluto de elegir, de
pensar y de actuar como crea conveniente. En este mundo estamos muy acostumbrados
a reírnos de las desgracias ajenas y a disfrutar cuando nos va mejor que a los
demás, y no quiero generalizar, ya que, por suerte, aún existen personas puras
que viven su vida sin meterse en asuntos ajenos. Aunque por desgracia, estos
tesoros son una minoría, y por eso corres el riesgo, de ir al centro comercial
con tu bebé y tus amigas y sentir una enorme indignación al ver que una señora
totalmente desconocida se te acerca mirando a tu bebé y preguntándote si es
tuyo, para luego decirte “Ah ¿y no supiste usar la gomita no?"
Las apariencias engañan by Laura Zerpa Sánchez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-CompartirIgual 4.0 Internacional License.
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